Tú.

Tu respiración pausada abría
las puertas de mi vida.

Recuerdo bailar descalza
sobre tus pies
en medio de aquella
habitación de hotel
al otro lado del mundo.

Recuerdo correr por la arena
de aquella playa
y fundirnos en un beso
al atardecer.

Recuerdo no sentirme sola.
y vivir con amor.

Te recuerdo a ti
en los rincones de este mundo
que se nos ha quedado
pequeño.

Te miro tumbado
en este sofá
y me pregunto
qué misterios tendrá
el amor,
que no sabe de tiempo,
horizontes,
ni fronteras.

Jamás…

Jamás me cansaré de oír
esos acordes llenos de
melancolía,
de recuerdos rotos.

No he podido obviarlos
y mi destino
tampoco.

Ese veneno auditivo
me revienta los tímpanos
si pienso que esos días
no van a volver
y la luz del sol
se marcha
lentamente
cada día.

Vuelve y dame de esa música
que recompone el corazón
y la memoria
por un instante,
por una noche,
hasta que las velas se consuman
y la lluvia cese.

Preguntas.

Deambulo por esta ciudad
que me lo ha arrebatado
todo
y lo que quiero
es parar el tiempo
y preguntarle a un Dios
que pudiera existir
el porqué de este castigo.

Pero lo único que veo
son los ojos de alguien
que no reconozco
reflejados en los charcos,
y que ahoga sus recuerdos
entre lágrimas.

Te miraba…

Te miraba
detrás de la puerta
sin que lo supieras,
mientras susurrabas esa canción.

Te miraba
detrás de la puerta,
decidida a besarte
cada enero,
antes de que el año nuevo
me inundara con nuevos propósitos.

Te miré, por última vez,
con todo el amor del mundo,
antes de que cesaran
esa melodía
y tus besos.