Serenidad.

         La calma es parecida a un paseo tras la lluvia, escuchando por los auriculares una melodía intensa que me rompe el corazón, pero que no puedo dejar de oír y, entretanto, la noche cae y las nubes se mueven porque un viento manipulador las empuja y me susurra que estoy perdiendo la vida en instantes aciagos que no van a volver y que solo quedan olvidar. Obvio el mensaje del aire porque mi música es más fuerte. Así que, sigo hacia delante.

Los pies se embarran en el camino que yo he elegido mientras la melodía sigue desgarrándome por dentro hasta su punto y final.

Maldita serenidad.

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